Comunicación asertiva: cómo dejar de discutir por todo

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¿Alguna vez habéis tenido la sensación de que casi todo lo que decís le sentaba mal a la otra persona? ¿Os habéis preguntado si erais vosotras el problema? Eso es lo que se pregunta Ana, quien me envía esta pregunta:
«¿Cómo puedo tratar a alguien a quien todo lo que le digo le cae mal? ¿Cómo puedo saber si el problema soy yo o la otra persona?»
Si lo prefieres, puedes ver la respuesta en el siguiente vídeo. Si prefieres leerlo, solo sigue hacia abajo y sigue leyendo.
Hola, Ana. Gracias por escribirme. Comprendo que tener una relación con alguien y la sensación de que, casi todo lo que decimos, le sienta mal, no es agradable. Podemos llegar a sentir que tenemos o somos un problema. De hecho, son bastantes las personas que me cuentan experiencias y dudas similares en mi consulta online.
¿Sabes, Ana? Raramente la persona que es capaz de preguntarse si es ella el problema, lo es. No obstante, es cierto que para que exista un conflicto, al menos debe haber dos partes involucradas. Un conflicto no es otra cosa que un choque de intereses u objetivos. En este sentido, es importante hablar de la comunicación y, más especialmente, de la asertividad.
¿Qué es la asertividad? La asertividad es la habilidad que permite la comunicación satisfactoria de opiniones, deseos, sentimientos y negación a peticiones. Esa comunicación satisfactoria implica tres aspectos esenciales.
- El derecho a la expresión de ambas partes.
- El respeto mutuo.
- Y las consecuencias neutras o satisfactorias para ambas partes.
El derecho a la expresión quiere decir que tanto tú como la otra persona decís lo que pensáis abiertamente, desde la educación, la humildad y la amabilidad. El respeto mutuo implica aceptar ese derecho a la expresión y, al mismo tiempo, evitar los tonos despectivos, de reproche o imposición, tanto por nuestra parte como por la de la otra persona. Y, finalmente, las consecuencias neutras o satisfactorias para ambas partes pasa por llegar a un acuerdo favorable para las dos.
Por ejemplo, si yo quiero ir al cine y tú quieres quedarte en casa, podemos ver una peli que no hayamos visto en casa comiendo palomitas. O ese día nos quedamos en casa y otro día, con fecha marcada, vamos al cine.
Si quieres una opinión y mi opinión no es favorable, no la expresaré desde la superioridad, desde el «yo soy o hago más o mejor que tú», sino desde el tacto y la humildad de quien sabe que una opinión es solo eso: una opinión. Y ya, si es constructiva, mejor que mejor.
Otro ejemplo puede ser que me pidas que haga algo que yo no quiero hacer. Por ejemplo, que trabaje estando de vacaciones. En ese caso, manifestaré abiertamente, desde la serenidad y la cortesía, mi negativa y propondré una solución razonable: tomo nota para, a mi regreso de vacaciones, atenderlo como prioridad.
Te propongo evaluar si estáis siendo, ambas personas, asertivas, o si alguna de las dos, o ambas, estáis flaqueando en ello. Es el mejor modo de saber, de modo general y preliminar, dónde está el problema para poder resolverlo.
Por cierto, la semana pasada hablé sobre las siete claves para respetarse a uno mismo. Te invito a descubrirlas en el botón de abajo.
Gracias por cuidar de ti, por esforzarte y permitirme echarte una mano en tu proceso de superación personal, Ana.
Y a ti, querida lectora, gracias por estar aquí. Si quieres enviarme tu pregunta sobre gestión emocional o superación personal puedes hacerlo en el botón «Quiero hacer una pregunta».
Un saludo, gracias por todo, y nos seguimos acompañando.
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