A ti, que sientes que la oscuridad te arrincona y deja sin salida
Esta vez traigo un artículo un poco diferente. Quienes me conocéis sabéis que me expreso a menudo a través de la palabra escrita. Y en esta ocasión quiero compartir algo que escribí hace unos meses pero que, quizá, pueda aportar algo de esperanza a alguien que lo necesite:
Ojalá pudiera hacer desaparecer de un soplido todos tus miedos, heridas y dolores.
Ojalá estar contigo aliviara parte de la carga emocional que soportas. Ojalá fuera suficiente para darte esperanza.
Ojalá no existiera gente mala para hacer daño. Ojalá no necesitaras terapia para recuperarte de algo que jamás mereciste.
Ojalá pudiera, con solo mirarte, hacerte comprender que eres una persona valiosa, digna y válida. Que mereces lo bueno que tienes y lo bueno que vas a tener.
Ojalá fuera tan fácil y tan rápido como escribir estas palabras.
Pero no lo es.
Por eso necesito que te armes de paciencia.
Que aunque no tengas fe en el mundo, en ti y en el futuro, la tengas en estas palabras y en este presente en el que estamos juntos, juntas, en conexión a través de este escrito.
Que cuando te tiente la muerte la dejes pasar amablemente y te quedes aquí. Que le digas que solo necesitas tiempo, cariño y seguir los pasos adecuados. Y eso es lo que estás haciendo.
Que ante el sentimiento de soledad, conectes con quienes te aprecian. Y si parece que no hay nadie, yo sigo aquí.
Quienes te rodean, o quienes te rodeamos, quieren, queremos, estar contigo y estar ahí para ti. Es lo que tú harías por ellos, o por nosotros. Permíteles, permítenos, hacerlo también.
Porque aunque no lo sientas así ahora…
Una mala racha, por muy larga y eterna que parezca, termina. Que no hay montaña tan alta como para que la bola de nieve que cae ruede toda la vida.
Que la tormenta pasa. Que la tierra se sanea.
Que las semillas brotan y los brotes florecen y dan fruto.
Que no dejaré que te pase nada malo de aquí en adelante.
Que en mí tienes una amiga, un abrazo, un gesto amable y un estar presente.
Que jamás volverás a estar solo, o sola, si no quieres estarlo.
Vamos a remendar las heridas, a disipar el dolor y a construir, poco a poco, un proyecto de vida que te motive, que sea agradable de vivir.
Porque más vale tarde que nunca y nunca es tarde si la dicha es buena.
Porque, si estás en mi vida, te aseguro que te quiero con el alma.
Que eres importante. Que me importas de verdad.
Y, si no lo estás, quiero que sepas que siempre hay hueco para alguien más.
En la vida y el cariño cabemos todos.
Y te doy mi más sincera y cálida bienvenida.
Gracias por estar aquí.
María – Oriénate con María
Pedagoga y doctora en psicología
PD: Si te encuentras en mitad de una crisis emocional o suicida y estás en España, puedes llamar a emergencias (112) o al Teléfono de la Esperanza (717 003 717). En este último te atenderán de forma urgente, anónima y especializada para sobrellevar esa crisis.
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