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Miedo, ansiedad y angustia: cómo diferenciarlos

Photo by Hailey Kean on Unsplash

Si has dicho alguna vez «es que tengo ansiedad» o «me da ansiedad», es probable que no siempre te estuvieras refiriendo al mismo sentimiento o sensación. En este artículo voy a compartir contigo cómo diferenciar el miedo, la ansiedad y la angustia.

Qué es el miedo

El miedo es una emoción básica, necesaria y funcional. Todas las personas sentimos miedo cuando existe un peligro real o imaginario (percibido). El miedo suele ir acompañado de reacciones físicas como, por ejemplo, la producción repentina y abundante de adrenalina. Lo notaremos en la hiperventilación, la tensión muscular, la aceleración del pulso…

El miedo nos prepara para reaccionar huyendo, atacando, camuflándonos y paralizándonos. Y actuamos según identifique, nuestra mente, qué es lo mejor para sobrevivir ante ese peligro.

Esta emoción puede ser más o menos paralizante, porque es una emoción fuerte e intensa que sentimos ante la presencia de un peligro. Incluso si el peligro es real, el miedo es subjetivo, porque la imaginación juega un papel importante en la percepción de ese peligro. Sin embargo, el miedo es una sensación más precisa, mientras que la angustia y la ansiedad son sentimientos más vagos.

Por ese motivo, en mi consulta online, trabajo muchísimo la identificación del miedo concreto. No importa si hablas de ansiedad, estrés o angustia. Son formas elevadas del miedo. Por eso, concretarlo te ayudará a tener mayor dominio sobre tu emoción.

Qué es la ansiedad

La ansiedad es el siguiente escalón del miedo. Es, en realidad, un miedo anticipatorio. ¿Qué quiere decir esto? El miedo a algo que no está pasando, sino que puede, o no, ocurrir en el futuro. La ansiedad, por sí misma, es una emoción natural y adaptativa. Es decir, saludable. Es cuando toma el control sobre nuestras decisiones, relaciones y límites cuando se convierte en un reto, dificultad, problema o trastorno.

La ansiedad desbocada suele distorsionar el miedo anticipatorio y lo convierte en una sentencia. Por ejemplo, en lugar de tener miedo a fracasar en un proyecto si no me esfuerzo lo suficiente, doy por hecho que voy a fracasar y a lo mejor no lo intento. Si estoy en una relación tóxica o abusiva, transformo el miedo a estar sola de nuevo y la incertidumbre del cambio, por la sentencia de «me quedaré sola toda la vida» o «siempre voy a estar mal».

Si el miedo nos activa físicamente ante un peligro, la ansiedad se ubica más en nuestros pensamientos. Puede ayudarnos a prepararnos para ese peligro o limitarnos, según sepamos gestionarlo, o no, de forma saludable.

Cuando la ansiedad se nos desboca, es habitual tener una vaga sensación de malestar, que se traduce en un estado de aprensión, de malestar más o menos intenso, dificultad para respirar, palpitaciones, sudoración excesiva… Y, si no aprendemos a gestionar el miedo y la ansiedad, podemos experimentar angustia.

Qué es la angustia

La angustia, a menudo, se conoce como angustia emocional y aparece en forma de crisis. La angustia es una respuesta razonable, típica e incluso racional a una situación horrible. Alguien puede experimentar angustia al atravesar un divorcio o la pérdida de un ser querido. Suele decirse que la angustia es una forma exasperada de ansiedad que se traslada a nuestro estado de ánimo y nos envuelve.

Dada la inmensa complejidad de esta emoción, no es de extrañar que tanta gente tenga dificultades para afrontarla. La angustia a menudo viene después de un evento traumático, lo que hace que enfrentarlo sea aún más desafiante. No poder hacer frente a la angustia puede provocar otras afecciones mentales, como depresión y ansiedad. Un evento traumático puede cambiarnos como personas, especialmente si la angustia dura lo suficiente. Recibir tratamiento o trabajar con el profesional adecuado puede ayudarnos a sobrellevar y superar los sentimientos de angustia.

Podemos normalizar vivir con un estado crónico de ansiedad, aunque no es lo más placentero. Sin embargo, no nos podemos adaptar al sentimiento de angustia constante. Físicamente, se siente más intenso que la ansiedad y que el miedo, por lo que la sensación de descontrol es más grande. Esta sensación aún incrementa más nuestro nivel de angustia.

Hay investigaciones que señalan que la angustia puede percibirse física y mentalmente, por lo que se distingue entre el dolor y la angustia emocional. El peligro de la angustia es convertirla en nuestro estado de ánimo.  Entre otras cosas, porque tiene una impronta ansiosa, pero aún más invasiva, perturbadora y paralizante que la ansiedad.

Es decir, el miedo aparece ante un peligro real o imaginario, ¿verdad? La ansiedad, ante un peligro que puede, o no, ocurrir en el futuro. La ansiedad puede distorsionarse y afectarnos negativamente en nuestro bienestar emocional. Si esto ocurre, un evento impactante emocionalmente puede llevarnos a una crisis de angustia, que puede quedarse y fluir según recibamos, o no, la ayuda adecuada.

Responde en los comentarios

Hablemos de emociones. Elige una de estas preguntas y responde en los comentarios. Identifica tu miedo: ¿Hay algo a lo que le tengas miedo ahora mismo? ¿A qué exactamente?

¿Has tenido síntomas físicos de ansiedad? ¿Qué pensamiento o escenario te los produce? ¿Has experimentado, alguna vez, una crisis de angustia emocional?

Las emociones quieren ayudarnos. Cuando no lo hacen, es porque no estamos sabiendo escucharlas adecuadamente. Esta habilidad puede aprenderse: puedes aprender a gestionar tus emociones.

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Soy María

Doctora en psicología y pedagoga terapeuta (col. nº1433 en COPYPCV) especializada en gestión emocional y procesos de superación personal. Compagino mi consulta online con la investigación científica en emociones, ansiedad, bullying y sus secuelas.

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2 Comentarios

  1. Alicia

    Que bien explicado, muchas gracias!!

    Responder

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