Síndrome del farsante o impostor: qué es y cómo detectarlo
¿Piensas verdaderamente que eres un fraude, una mentira? ¿Temes que en algún momento se descubra la verdad? ¿Crees que no has llegado donde estás porque realmente lo merezcas, sino por suerte o casualidad? ¿Has respondido “sí” a alguna de estas preguntas? En ese caso, este artículo es para ti.
Probablemente te cuesta aceptar, asumir y celebrar tus éxitos, lo que te sale bien o consigues. Tal vez te reprendas duramente cuando cometes algún error, aunque sea muy pequeño o insignificante. Es posible que restes valor a lo que sabes, a lo que haces o a lo que mereces. Quizá hasta las críticas constructivas te hacen venir abajo. ¿Voy acercándome?
Todo eso, corazón, es el síndrome del farsante o el síndrome del impostor. A pesar de lo popular que es el concepto, apenas se conoce que es una experiencia que se vive con ansiedad, incluso con angustia por momentos. ¿Por qué? En este artículo te lo cuento. Espero que la información que te traigo te aporte autoconocimiento y paz. ¿Vamos?
Qué es el síndrome del impostor o síndrome del farsante
El síndrome del impostor, o el síndrome del farsante, si bien no es un trastorno o enfermedad mental, sí representa un problema para nuestro bienestar emocional. Engloba un conjunto de creencias y comportamientos basado en tres pilares fundamentales:
- La sensación de ser un fraude, una persona mentirosa, que finge, que no se muestra tal cual es
- La dificultad para aceptar, interiorizar o celebrar el propio éxito sincera y honestamente
- El miedo a que se descubra la verdad y que toda su vida, en consecuencia, se desmorone y quede en nada
Este conjunto de creencias está muy arraigado en el síndrome del impostor o del farsante. Tanto, que la persona no «cree» ser un fraude, «sabe» que es un fraude. Eso es el síndrome del impostor: la firme creencia de que se es, de hecho, un farsante.
No tienen valor, en esa autoevaluación que la persona hace de sí misma, los títulos académicos, las redes de apoyo social que tenga o el cargo que ostente en una empresa. Los datos objetivos no son suficientes, porque considera haberlos conseguido sin el esfuerzo que debería haberle supuesto para ser “real” o “merecido”.
Los talentos no son vistos como talentos, sino como aquello que le ayuda a fingir ser quien no es, que parezca saber lo que no sabe, llegar a donde no merece haber llegado. Esta es la experiencia interna de quien vive con síndrome del impostor o síndrome del farsante. Una experiencia que puede ser puntual o prolongarse en el tiempo.
Esta sensación de ser una farsa es incómoda, desagradable, angustiosa. Genera estrés, ansiedad e incluso vergüenza. Puede llevar a crisis existenciales donde la persona duda sobre quién es, qué sabe, qué no, qué quiere realmente y para qué hace lo que hace. ¿Te identificas?
Comportamientos clave en el síndrome del farsante o del impostor
Una persona que piensa de sí misma que es un fraude, es una persona que ha de hacer algo frente a ese sentimiento. Es una identidad personal que ha de compensar, ocultar, justificar o suplir de algún modo para que su vida no se desmorone. En consecuencia, la persona suele tener como motivación en su rendimiento alguna de estas cuatro alternativas:
1. Volverse merecedora de roles que cree que no merece
En este caso, la persona se esfuerza todo lo que le permite su tiempo, capacidad y energía para compensar los logros que ha conseguido y siente que no merece. Asume que no puede cambiar lo que ya es, lo que ya tiene, y que solo le queda, si no lo es, convertirse en el tipo de persona que merece ese éxito (social, personal, profesional…).
Esto puede salir bien o rematadamente mal. Puede que la persona se esfuerce en crecer personal o profesionalmente y mejore, sin caer en la obsesión y en el olvido de sí misma. O puede que todo su afán sea hacer lo máximo posible para que todo tenga sentido, entregándose de más y acabando agotada cada poco tiempo, exhausta.
2. Aliviar los sentimientos de remordimiento por «engañar» a las personas
Es decir, la persona cae en una suerte de autojustificación por ese “engaño” al que somete a quienes la rodean. Busca y se da una explicación lógica o razonable para sí, como que no le queda más remedio que seguir “mintiendo”. Esto permite a quien sufre el síndrome del impostor convivir con lo que piensa que hace cada día (ser una farsa). Puede llevar una vida normalizada, hasta que a veces esa justificación no es suficiente y la persona se viene abajo pudiendo llegar a la crisis existencial.
Habitualmente, quien sufre síndrome del farsante suele tener dudas acerca de quién es, por qué hace lo que hace o está donde está. Asume que “miente” o “finge” solo en aquello necesario para que su vida siga adelante.
3. Evitar que otras personas se den cuenta de sus fallos o carencias
El poderoso deseo de estar a la altura hace que, quien sufre síndrome del impostor, trate de evitar toda exposición en la que pueda sentir que le están evaluando. Suelen vivir con ansiedad reuniones, exposiciones, presentaciones y negociaciones; temiendo precisamente que sus carencias salgan a la luz. De esta manera, aunque tengan un buen desempeño o el resultado no sea catastrófico, para estas personas no suele ser suficiente lo que consiguen en ese tipo de actividades: “siempre podrían haberlo hecho mejor”.
4. Suplir lo que considera su falta de inteligencia, habilidad o competencia
Las personas con síndrome del impostor o del farsante asumen que no tienen la inteligencia, habilidad o competencia para estar donde están. Por tanto, intentarán suplir estas carencias con horas de trabajo, estudio o lo que corresponda. La persona da más de su tiempo, porque “sabe” que no “puede” dar lo que debería dar en todo lo demás (conocimiento, habilidad, motivación…).
Desde el punto de vista externo, esa persona es inteligente, trabajadora y merece estar donde está. Es ella misma la que siente que piensan así porque no la conocen realmente, porque la perciben mejor de lo que es.
¿Te identificas en alguno de estos comportamientos o motivaciones? ¿Con cuál de ellos? Cuéntame tu experiencia en los comentarios. ¡Me encantará leerte! Lo haré yo personalmente.
¡Nos seguimos acompañando!
Con amor,
María
Pedagoga y Doctora en Psicología
Profesional colegiada nº1443
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